Sobre el final de la década del ´80 se abría en los primeros metros de la calle Ignacio Rivas un lugar de esparcimiento para los más chicos y para los no tan chicos.
En el lugar donde años atrás había funcionado el recordado Bazar Oriente, cobraba vida el Bowling Palo 4, de la mano del recordado Gordo Peret, Jorge Román y algunos otros. Eran 4 canchas de bowling; pero no sólo eso, eran máquinas de videojuegos en épocas que la Paly Station no existía, y un lugar de encuentro los fines de semana en una zona cercana a los boliches bailables.
Bolívar tenía una historia de bowling con Palo Rojo, otro local dedicado al deporte, anterior a Palo 4, que no tuvo mayor suerte. Y en video juegos el local de Ignacio Rivas era el más grande de todos, Peret y compañía mudaron los juegos que tenían en Almirante Brown 70 (al lado de la vieja calesita) al bowling.
Palo 4 nació antes que Loft, así que quienes concurrían al recordado Casablanca (Sarmiento y Av. Belgrano, hoy una heladería), empezaron a tener otro punto de encuentro, al lado de El Barco Pub, y distante del centro histórico que reunía a los jóvenes en Cronos (hoy Qattro) y Quime Quipán (Av. San Martín y Rodeau), sin las previas de hoy, todo muy distinto, ni mejor ni peor, diferente.
El bowling como deporte era una excusa, tuvo varios seguidores en la ciudad, con años de picos altos de rendimiento y grandes torneos con muy buenos premios, y años en los que prácticamente no se jugaba ni por el ranking local. Pero el contrapeso para sostenerlo eran los juegos electrónicos (prácticamente se quedó solo en el rubro), el pool, las “previas” de entonces los fines de semana y también los partidos codificados de los domingos, que en tiempos de clásicos Boca-River juntaba buena cantidad de público.
En sus comienzos hubo una pista de scalextric al fondo del local, que no duró mucho pero que fue furor. Como ya se dijo, sin Play Station ni parecidos, sin computadoras ni internet en los domicilios, no había mucha opción para la diversión, y el bowling era casi la única para chicos y jóvenes de una franja etaria que iba desde mitad de la escuela primaria hasta la secundaria y más.
Era característico ver a chicos y jóvenes pasar las tardes jugando en los video juegos del bowling, comprando fichas que algunos hacían durar horas y otros casi nada, con una variedad de juegos que iban desde el fútbol, la lucha, los pim ball, los flippers, hasta entretenimientos más básicos como el pac man, el wonder boy o el Mario Bross.
En un momento Raúl Peret se abrió de la sociedad y todo quedó en manos de Jorge Román y su familia. El local no era propio, las máquinas de video juegos eran alquiladas; pero las canchas de bowling eran propias, las que le daban el nombre al lugar, que lo identificaban como a pocos lugares en la ciudad, si alguien decía “el bowling”, uno sabía de qué estaba hablando y dónde quedaba.
Como ya se dijo, la apertura de Loft, el revivir de La Vizcaína ya no como hotel sino como lugar de esparcimiento para los fines de semana y toda la vida nocturna que cobró ese sector de la ciudad hicieron que el bowling quedara en un lugar privilegiado, competencia directa para varios pubs de la zona durante los fines de semana porque no sólo ofrecía cerveza y algún sándwich, sino que estaban las alternativas del pool, el metegol, el ping pong, los juegos, el mismo bowling.
Fue un lugar emblemático de la ciudad por el que pasaron generaciones de bolivarenses de todas las clases sociales. Es cierto que nació en una época muy distinta a la actual, con menos diferencias entre clases sociales, no desde lo económico, sino desde lo social propiamente dicho, no había tanta diversidad, todos aspiraban a lo mismo, y el bowling estaba abierto para el que podía comprar 100 fichas que para el que podía comprar una o dos.
Quizás su pico lo tuvo en los ´90, cuando la generación que lo había tenido como lugar de esparcimiento durante el día lo acogió como el sitio de reunión los fines de semana previo a las salidas. Era normal reunirse en el bowling para después emprender el periplo por Loft, más acá en el tiempo Fuego Bailable o las diferentes alternativas con menos historia que ha tenido la ciudad desde fines de los ´80 hasta la actualidad.
Y vaya si fue un lugar de encuentro que puso de moda para muchos bolivarenses que aún sin tener mejoras mínimas de infraestructura (los baños por años fueron siempre los mismos y no en el mejor estado, por ejemplo), la mayoría lo seguía eligiendo, era “el lugar”, al margen de lo aleatorio que no estaba del todo bien.
Por años varias generaciones de bolivarenses vieron en la caja del bowling primero a Delia, después al recordado José “Vaca” Corbera, Manuel Ponce, Ana Garayalde, Jorge Román, y siempre algún otro que iba seguido y era como “de la familia”. Muchas veces los paleros del bowling cumplían la doble función de parar “botellitas” y vender fichas, por lo que muchas veces había que esperar para comprar porque justo se estaba jugando un partido en las pedanas.
En el último tiempo había decaído, Jorge Román se alejó y lo recuperaron dos personas que pasaron años ahí adentro, Rubén y Diego Casas, tío y sobrino, uno muy buen jugador de bowling, el otro fue palero durante años. Pero la principal apuesta fue a recuperar el deporte, porque la realidad indica que con tantas oportunidades de jugar en la computadora o en cualquier otro dispositivo en una casa particular, los juegos que históricamente ofreció el bowling quedaron obsoletos.
Hubo varios torneos, hicieron mejoras considerables en la infraestructura del lugar; pero desde hacía un tiempo que venían anunciando que el bowling se cerraba. Incluso se pusieron a la venta las 4 canchas, que si no las adquiere algún bolivarense, será muy difícil poder contar con este deporte en la ciudad a futuro.
El bowling es hoy para muchos un lindo recuerdo, porque cerró sus puertas hace algunos días. Atrás quedaron días y noches de diversión, toda una infancia y adolescencia pasada ahí adentro. Ya forma parte de la historia local como tantos otros lugares emblemáticos que marcaron a fuego a muchos bolivarenses en una etapa de sus vidas.
FUENTE: DIARIO LA MAÑANA – Angel Pesce
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